domingo, 6 de noviembre de 2011

La jubilación que nos queda

Con motivo de la crisis económica que atravesamos, recientemente se planteó retrasar la edad de jubilación, debate que encendió a los sindicatos y algunas fuerzas políticas de izquierdas. Comparto de su discurso que debe garantizarse una jubilación digna para todo trabajador. No obstante, creo que tenemos que ser honestos con nosotros mismos, y me explico:

La jubilación fija una edad, a partir de la cual se considera que una persona tiene limitada su capacidad para trabajar en unas condiciones aceptables. Una vez alcanzada dicha edad, el jubilado recibe una pensión vitalicia, más o menos proporcional a lo que ha cotizado a lo largo de su vida laboral, es decir, a los impuestos que ha ido pagando al estado.

Tenemos que ser conscientes de que los avances sanitarios, tecnológicos y de calidad de vida hacen que los 65 años de hoy (o los de mañana) no sean equiparables a los de ayer. En los años 50, una persona de 65 años solía tener una calidad de vida que habitualmente le impedía seguir desempeñando su trabajo normalmente.

Por otra parte, desde un punto de vista puramente económico, es más que lógico que si la esperanza de vida crece (o simplemente si nos damos cuenta de que somos más pobres de lo que creíamos, como está ocurriendo en esta crisis) en algún momento haya que desplazar la edad de jubilación, en particular si las capacidades para trabajar no se ven mermadas.

¿Qué ocurriría en el caso contrario? Supongamos que toda la humanidad fuese infectada por un virus que provocara que a partir de los 40 años el cuerpo se degenerase rápidamente. Y supongamos que la esperanza de vida se situase en torno a los 45 años. ¿Mantendríamos la edad de jubilación en los 65 años? Lo normal es que se luchase por establecer esa edad a los 40, cuando la calidad de vida empeorase. Las arcas públicas podrían soportarlo dada la cercanía entre la edad de jubilación y la esperanza de vida. Pues el caso exactamente inverso es el que está ocurriendo día tras día en nuestra sociedad. Tenemos que asumir que nuestra mayor longevidad nos exigirá necesariamente una vida laboral más extensa.

Por supuesto que hay determinados casos en los que esto no es viable, en particular aquellos trabajos que soportan un desgaste físico importante: mineros, albaliles, pescadore, agricultores, etc. Pero para eso deberían estar los gobiernos, para desarrollar soluciones creativas que se ajusten a las necesidades de toda la ciudadanía.

No hay comentarios:

Publicar un comentario